Thursday, July 20, 2006

RUBIA, ALTA, ESPIGADA

Tiene veinticuatro años. Es rubia, alta, espigada, infartante. Llegó desde Misiones para estudiar letras en la UBA. Su padre es un industrial maderero que generalmente viaja a Buenos Aires para ubicar su producción. No es amigo de los contactos por internet ni nada que tenga que ver con la tecnología. A su esposa la conoció en Mendoza, en la casa de su primo Antonio, respetado viniticultor de la zona de Uspallata. Los Vinancich tienen 3 hijos. Adela, la mayor, es bioquímica, Teodoro, el menor, veterinario y Adriana, la del medio, quiere ser escritora.
A Pedro Vinancich lo trato desde la adolescencia.Nunca fuimos grandes amigos pero mantenemos una buena relación. Su mujer Graciela es odontóloga y prácticamente no cruzamos palabra.El polaco -así lo apodamos- me pidió, en una de sus visitas, que guiara a Adriana. Al principio ella fue educada y respetuosa pero, al poco tiempo, se mostró con total libertad.No sé si me sedujo o me enamoré como un tonto. Lo cierto es que estoy viviendo una aventura que me recuerda a la de Hemingway y la jovencita Adriana Ivancich. Por esta niña Ernest llegó a la agresión violenta contra Mary y fue fuente de inspiración de su libro Al otro lado del río y entre las hojas. La preparación del trabajo, que recibiera una crítica hostil, lo lleva hasta Cortina d'Ampezzo, París y Venecia. En esas circunstancias conoce a Aaron Hotchner, que había viajado hasta Finca La Vigía con el objeto de realizarle una entrevista para la revista Cosmopolitan. A partir del encuentro, y por el resto de la vida de Hemingway, Hotchner sería una especie de confesor.
No creo que pueda decirle al polaco que su hija es una mujer hermosa, completa, sexual y ardiente. Tampoco sé si será una escritora. Eso poco interesa.Descarto viajar a Venecia. Desecho toda la magia de un libro y todavía no conocí a un Hotchner para contarle que Adriana es una diosa.

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